22.7.10

HMC XXXIV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. La mujer vende cigarrillos inagotables. El hombre, por curiosidad, le compra uno de esos cigarrillos. Paga a la mujer, se marcha con su cigarrillo. Lo enciende y, efectivamente, el cigarrillo, a pesar de las infinitas caladas, parece que no tiene fin. Es el hombre quien se consume poco a poco, evaporándose entre humo y ceniza por la calle.

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