3.11.10

HMC L

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. El hombre no la mira -no puede verla-, aunque anuncia dos iguales para hoy. La mujer le compra dos cupones. Al día siguiente, la mujer se convierte en multimillonaria, aunque sufre un accidente de automóvil y pierde la vista. Por otra parte, el hombre, recupera la vista. Semanas más tarde, sin poder reconocerse, se vuelven a cruzar.

27.10.10

HMC XLIX

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran, pero no se reconocen. O, al menos, eso creen. El caso es que ambos despiertan en el mismo dormitorio tras el mismo sueño.

26.10.10

HMC XLVIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Él reconoce en la mujer a una actriz famosa, aunque no recuerda su nombre. Ella reconoce en él a un escritor famoso, aunque tampoco recuerda cómo se llama. Por fin, recuerdan sus nombres el día del rodaje de la adaptación de la novela del escritor.

22.10.10

HMC XLVII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. En ese mismo instante, se les cruza también un gato negro. Ninguno de los dos es supersticioso. Ambos siguen su camino. Dos calles más tarde, la mujer es atropellada por un coche. Dos calles más tarde, también, pero en la dirección opuesta, el hombre es atropellado, curiosamente, por el mismo automóvil.

21.10.10

HMC XLVI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. En esos instantes se produce un catastrófico terremoto. Son los únicos supervivientes.

30.9.10

HMC XLV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Es medianoche. Desde los balcones y las terrazas se escuchan las voces de una cuenta atrás. Comienzan a estallar los cohetes y los fuegos artificiales. Se miran. Miran su reloj y se besan deseándose un feliz año nuevo.

27.9.10

HMC XLIV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Él la mira. La observa. La examina. Ella se detiene indignada y se cruza de brazos. Él, no obstante, la sigue mirando obsesivamente, escruta detenidamente su anatomía, retiene en sus ojos cada detalle de su figura. Extrae de su maletín un atril y un lienzo, los coloca frente a la mujer y comienza a pintar el retrato.

22.9.10

HMC XLIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se conocen, son vecinos. Se saludan con un idéntico "buenos días". Miran un murciélago que se pasea por el cielo estrellado.

17.9.10

HMC XLII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. No se conocen, aunque ambos están de un humor de perros. Él la mira con ira. Ella le mira con irritación. Ambos intercambian sendos insultos. Prosiguen su camino, esbozando ahora cada uno una amplia sonrisa.

15.9.10

HMC XLI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella está llorando. El hombre se acerca a ella y trata de consolarla. Le dice que sea lo que sea, no se lo debe tomar de esa manera. Ella le cuenta el motivo de su llanto. Tras esto, el hombre rompe a llorar.

25.8.10

HMC XL

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Él es un mimo, y se detiene enfrente de la mujer simulando con sus manos una pared invisible. La mujer extrae de su bolso una pistola de juguete de su hijo, hace pum, rompe el vidrio y continúa caminando. El hombre simula una mueca de tristeza.

19.8.10

HMC XXXIX

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. La mujer le dice al hombre que está perdida. El hombre le dice que no se preocupe, que él la acompañará hasta su casa. Ambos se dirigen juntos a la residencia.

17.8.10

HMC XXXVIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ambos son albinos. Al cabo de un año tienen un hijo negro.

12.8.10

HMC XXXVII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ambos son viejos conocidos, dos meteorólogos de renombre. Comienzan a discutir el pronóstico para mañana. Ella dice que lloverá. Él, que habrá sol. Ninguno puede ganar la apuesta, ya que en esos instantes son atropellados mortalmente por un conductor ebrio.

11.8.10

HMC XXXVI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Él está perdidamente enamorado de la mujer y, por fin, en la calle, se le declara. La mujer, ni corta ni perezosa le da -literal y simbólicamente- calabazas. El hombre se lleva las calabazas a su casa y las coloca en un altar entre velas y la Virgen de la Esperanza.

27.7.10

HMC XXXV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. El hombre es calvo y la mujer es una vendedora ambulante. Le dice al hombre que tiene unas manzanas milagrosas que acabarán con su problema de calvicie. El hombre, aunque incrédulo, le compra un par de manzanas, por probar. Al día siguiente, la calva del hombre aparece cubierta por una frondosa proliferación de manzanas.

22.7.10

HMC XXXIV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. La mujer vende cigarrillos inagotables. El hombre, por curiosidad, le compra uno de esos cigarrillos. Paga a la mujer, se marcha con su cigarrillo. Lo enciende y, efectivamente, el cigarrillo, a pesar de las infinitas caladas, parece que no tiene fin. Es el hombre quien se consume poco a poco, evaporándose entre humo y ceniza por la calle.

21.7.10

HMC XXXIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ambos andan perdidos, buscando un extraño museo. Tras varios años de búsqueda, se vuelven a cruzar, y convienen finalmente en que hace mucho tiempo que encontraron el museo.

20.7.10

HMC XXXII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Él es apenas un joven adolescente. Ella, una anciana. Tiempo más tarde se vuelven a cruzar. El joven adolescente es un anciano y la anciana es ahora una púber adolescente.

19.7.10

HMC XXXI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella se mira a un espejo de mano y ve la cara del hombre. Él mira las fotografías de un fotomatón y descubre el rostro de la mujer.

17.6.10

HMC XXX

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella está llorando. El hombre se acerca a ella y trata de consolarla. Le dice que sea lo que sea, no se lo debe tomar de esa manera. Ella le cuenta el motivo de su llanto. Tras esto, el hombre rompe a llorar.

16.6.10

HMC XXIX

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella se dirige a él y le ruega ayuda, pues otro hombre la anda persiguiendo. Él la tranquiliza y le dice que le acompañe. La invita a entrar en su casa, se quita las gafas de sol, el peluquín, la barba postiza... La rapta.

11.6.10

HMC XXVIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Avergonzados, agachan la mirada. Él mira los zapatos de tacón de la mujer. Ella mira los mocasines del hombre. Se vuelven a mirar y deciden intercambiar su calzado.

9.6.10

HMC XXVII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella le pide fuego para prenderse un cigarrillo. Él saca de su bolsillo el mechero y se lo enciende. Él le pide el teléfono para verse más tarde. La mujer espera un rato, mira su reloj y se marcha.

8.6.10

HMC XXVI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Tiempo más tarde, otro hombre y otra mujer se cruzan en el mismo lugar. Aunque ahora ya no es una calle, sino un precipicio.

8.5.10

HMC XXV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Pasados los años se vuelven a encontrar en la Cumbre Mundial de los Encuentros Fortuitos.

5.5.10

HMC XXIV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Comienzan a charlar. Se vuelven a ver al día siguiente. Luego, a la siguiente semana. Más tarde, se vuelven a encontrar pasado un mes. Más tarde, pasados seis meses. Se reúnen de nuevo pasado un año. Vuelven a encontrarse al cabo de cinco años. Quedan en verse al cabo de veinte años. Él no acude a esta cita.

3.5.10

HMC XXIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella comienza a gritar. Él comienza a cantar. Ella comienza a reír. Él comienza a saltar.

30.4.10

HMC XXII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ambos miran al suelo. Ambos se agachan. Ambos miran curiosos por un agujero. Ambos se introducen en él. Ambos desaparecen.

25.4.10

HMC XXI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. No se miran. Se vuelven a cruzar en el andén del metro. Tampoco se miran. Vuelven a cruzarse en la entrada del cine. Siguen sin mirarse. Se cruzan, de nuevo, en el aeropuerto. Tampoco se miran. Ella toma un tren y él el automóvil. En un cruce entre un puente ferroviario y la carretera, a través de las ventanillas, por fin se miran.

21.4.10

HMC XX

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Él la reconoce. Ella comienza a correr. Él la persigue y amenaza con disparar si no se detiene. Ella se detiene. Él la detiene.

16.4.10

HMC XIX

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. A ella le gusta el cine. A él también. Al cabo de unos años ruedan esta misma escena.

14.4.10

HMC XVIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella le pregunta la hora. Él le pregunta por una cafetería cercana. A ella la despiden de su trabajo. Él comienza a trabajar en la cafetería. Ambos se siguen viendo cada mañana en el bar.

13.4.10

HMC XVII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se sonríen. Se abrazan. Intentan besarse. Se vuelven a abrazar. Se separan y cada uno sigue su camino. Al cabo de treinta años se vuelven a encontrar y se vuelven a abrazar.

8.4.10

HMC XVI Beta

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se tropiezan. Se sonríen. Se besan. Se casan. Se divorcian. Tienen dos hijos.

HMC XVI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se tropiezan. Se sonríen. Se besan. Se casan. Tienen dos hijos. Se divorcian.

4.4.10

HMC XV Gamma

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se sonríen. Se besan. Se casan. Tienen cinco hijos y un perro. El perro tiene hambre y, en un descuido de los padres, muerde al más pequeño de los hijos. Ahora sólo quedan cuatro hijos y ningún perro.

HMC XV Beta

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se sonríen. Se besan. Se casan. Tienen cinco hijos y un perro.

HMC XV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se sonríen. Se besan. Se casan. Tienen cinco hijos.

3.4.10

HMC XIV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Llueve. Hay un charco. Ella sortea el charco con un grácil y ligero salto. Él hace una pirueta y la coge en brazos. Al año siguiente ambos son entrevistados en televisión por su magnífica actuación en el ballet de El Lago de los Cisnes.

1.4.10

HMC XIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Al día siguiente, a la misma exacta hora, se vuelven a cruzar. Al día siguiente, lo mismo. Pasado otro día, también. Al quinto día se vuelven a cruzar, pero a una hora distinta.

29.3.10

HMC XII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ambos van mirando hacia otro lado y se chocan. Caen al pavimento. Se ayudan a levantarse mutuamente. Se disculpan mutuamente. Se besan mutuamente. Se hacen el amor mutuamente. Se encienden un cigarrillo mutuamente. Se duchan mutuamente. Se drogan mutuamente. Se mueren de sobredosis mutuamente.

26.3.10

HMC XI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ambos escuchan un estridente ruido proveniente del cielo. Miran hacia arriba y descubren un platillo volante. La mujer es abducida por los extraterrestres. El hombre acaba en el manicomio.

HMC X

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Pasados los días, ambos se vuelven a encontrar en una entrevista de trabajo. Pasados tres meses, él la despide.

23.3.10

HMC IX

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Él la mira. Ella continúa su camino sin prestarle atención. Él la persigue. Intenta robarle el bolso. En el forcejeo el hombre resbala, cae al suelo y se da un fuerte golpe en la cabeza. Queda en coma. En el hospital, ella le sigue cambiando cada mañana la botella del suero.

HMC VIII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ambos escuchan una explosión. Acuden hacia el lugar del atentado y logran salvar la vida de un tercero.

20.3.10

HMC VII

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella le pregunta sobre una dirección. Él le da las señas. Le dice que le acompañe. Ambos entran en la consulta médica de éste.

18.3.10

HMC VI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Ella mira hacia otro lado. Él mira hacia un automóvil que se aproxima. Él se lanza hacia la mujer, la protege y la arrolla al suelo. Le salva la vida.

15.3.10

HMC V Beta

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se reconocen. Ella desenfunda un revólver y le dispara. El hombre muere. Acto seguido, resucita, se dirige a la mujer y la devora, revólver incluido.

HMC V

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Se reconocen. Ella desenfunda un revólver y le dispara. El hombre muere.

14.3.10

HMC IV

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Es invierno, hace frío y está nevando. El hombre le ofrece su abrigo. Ella se cubre con él. Al cabo de cinco años ambos se van a vivir juntos a Groenlandia.

12.3.10

HMC III

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran. Al cabo de dos años, se vuelven a encontrar en una discoteca. No se reconocen. Él la invita a tomar una copa. No se vuelven a encontrar jamás.

HMC II

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran, se sonríen. Entablan una espontánea conversación. A los dos años, se casan.

HMC I

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Se miran, y cada uno prosigue su camino.

3.3.10

Las pre(su)posiciones

Un suceso-minicuento de hace algún tiempo:


***

A las seis en punto de la mañana sonó el despertador. Ante sus ojos, Carlo descubrió la sonrisa de Carla, que le guiñó uno suyo mientras acercaba sus labios a la barbilla de su amante y le obsequiaba con un húmedo beso. Bajo la nariz de su amante le extrañó a Carlo descubrir una peca muy similar a la que siempre había adornado la parte inferior de la comisura de sus propios labios. Con un gesto involuntario se palpó la barbilla que hacía tan sólo unos segundos había sido besada por Carla. De súbito comprobó que aquella peculiar y minúscula protuberancia que siempre había permanecido bajo su boca parecía haberse esfumado de su barbilla para instalarse en los morros de su amante. Desde ese instante notó que algo extraño estaba ocurriendo entre ambos, que una especie de simbiótica relación física —¿orgánica?— se estaba estableciendo entre ambos. Durante la mañana, Carlo no quiso tratar este peculiar aunque comprometido tema con Carla, ya que no era su pretensión asustarla ni preocuparla innecesariamente. En lugar de eso, decidió pasar sus manos por la espalda de su —ahora— amante. Entre ambos pareció formarse un adherente abrazo, y en el instante en que retiró sus brazos, comprobó que sus manos se quedaron adosadas a la espalda de Carla. Excepto por la expresión de asombro que apareció en su rostro, Carla no notó nada extraño en el suceso, ya que su amante se apresuró a esconder sus desmanados brazos tras su propia espalda. Hacia las siete de la mañana y después de haber desayunado —a Carla tampoco parecía extrañarle mucho que Carlo hubiera tomado su café amorrando su boca a la taza y succionándolo a sorbos—, la mujer con las manos de su amante en la espalda se sentó en el regazo de éste. Hasta entonces, Carla no parecía sospechar nada con respecto a los extraños sucesos que desde esa mañana habían estado sucediendo entre ambos, y Carlo se había propuesto el firme propósito de no alarmar a su amante hasta que fuera imprescindiblemente necesario. Mediante su confesión, lo único que podría conseguir era que Carla lo tomase por loco y decidiera marcharse definitivamente de su casa. Para sorpresa suya, cuando Carla decidió incorporarse y recoger la bandeja del desayuno, comprobó cómo sus propias piernas se levantaban junto con el trasero de Carla, que con sus recién adquiridas cuatro extremidades inferiores se dirigió inalterablemente hasta la cocina portando la bandeja del desayuno. Por la frente de Carlo comenzó a chorrear una fría —tenebrosa— gota de sudor, cuyo parsimonioso recorrido hasta la barbilla hubo de soportar estoicamente. Salvo la inhabitual palidez en el cutis de su amante, Carla parecía no notar nada fuera de lo normal a su regreso de la cocina. Según pronosticó Carla, a Carlo le hacía falta tomar más fruta, ya que es sabido que proporciona las vitaminas necesarias para el cuerpo humano. Sin darle mayor importancia, Carla se acercó a su amante y se fundió en un prolongado beso, cosa que hizo que tanto la cara como la cabeza de Carlo se adhirieran en ese instante a la suyas propias. Sobre todo, a Carlo no se le ocurrió comentarle nada a Carla, más que nada porque en ese preciso momento ya le fue prácticamente imposible despegar sus labios de los de su amante, la cual se incorporó de nuevo y se dirigió en dirección a la puerta de salida. Tras esto, el tronco y las dos semiextremidades que reposaban en el sofá del salón permanecieron en su lugar, impasibles aunque crecientemente preocupados, deseosos de tratar de explicar al improbable regreso de Carla el extraño incidente ocurrido durante aquella mañana, impotentes ante tan magna empresa.






27.2.10

Exposición de verbos y motivos

Exposición de verbos de la tercera conjugación: vivir, morir, seguir, decir, sentir, corregir, concebir, persistir, existir, insistir, pulir, infringir, escribir.

Si a "vivir" le añadimos el prefijo "re": revivir.


Pero si a "morir" le añadimos el prefijo "re", obtendremos como resultado: remorir. El motín podría referirse, entre otras cosas, a que a un zombi lo hayan matado en más de una ocasión...


Si a "seguir" le añadimos el prefijo "con": conseguir. Si le añadimos el prefijo "per": perseguir. ¿Pero y si le añadimos el prefijo "contra" o "ante"?


A "decir" o a "sentir" podríamos añadirles a ambos el prefijo "re".


¿Pero a "corregir"? Recorregir, según el motín, sería corregir de manera tan insistente que lo corregido acabe finalmente por ser incorrecto.


A "concebir" podríamos sustraerle el sufijo "con": cebir. Podría referirse a todo aquello que ocurre antes de la concepción propiamente dicha.


"Persistir", "existir" e "insistir": podríamos resumirlas en sistir, que según el motín podría significar mantenerse en el empeño.


Si a "pulir" le añadimos el prefijo "contra": contrapulir. Según el motín, dejar algo en estado virgen, salvaje, primigenio.


"Infringir" es uno de los verbos favoritos del motín, además de "escribir": si el motín los uniera quedaría algo así como infribir: según el motín, escribir infringiendo deliberadamente las normas, como en el caso que nos ocupa...