11.8.10

HMC XXXVI

Un hombre y una mujer se cruzan en la calle. Él está perdidamente enamorado de la mujer y, por fin, en la calle, se le declara. La mujer, ni corta ni perezosa le da -literal y simbólicamente- calabazas. El hombre se lleva las calabazas a su casa y las coloca en un altar entre velas y la Virgen de la Esperanza.

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